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Argentina Campeón del Mundo 2022

Imposible narrar este festejo. Imposible prepararse para él. Con una definición tan peleada, cualquier reacción antes de tiempo era un despliegue de energía inútil. Lo que ya se sabe es el lugar. En la Ciudad de Buenos Aires hay una docena de puntos de encuentros oficiales, pero quien dice fiesta dice Obelisco. Allá van decenas de miles. Algunos están desde temprano. Ninguno termina de caer.

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La 9 de Julio está cubierta por una marea de gente vestida con los colores de Argentina. Llegar es misión imposible pero cientos de miles están ahí y van a seguir por horas. Los subtes desbordan de gente. Es la fiesta más grande del mundo.

Festejos en el Obelisco de Argentina Campeón del mundial de Qatar. Imagen de Drone 18/12/2022 Foto: Rafael Mario Quinteros

El McDonald’s más famoso del país resiste estoico el mejor final. Los colectivos se desviaron. Para las 15 el tumulto ya tapiza por completo el cruce de Corrientes y 9 de Julio. La mayoría albiceleste brota del subte por Callao o Avenida de Mayo (las estaciones del Obelisco están cerradas, la línea C está cortada) o sale de autos que ya no tienen dónde estacionar, o bien llega a pie.

Cientos de miles de argentinos festejan en el Obelisco la final del Mundial. Foto Reuters

Tantos «Elijo creer» que pasaron de fe a verdad rotunda. Y la forma tan argentina de contarla es a viva voz. «Que de la mano de Leo Messi toda la vuelta vamos a dar». «El que no salta es un inglés». «Dale, campeón». «Un minuto de silencio… ¡Shhhh! Paaaara Francia que está muerto eaea eaea eaea ea eh». No falta ningún canto.

«Muchaaaachooos», también está, aunque habría que modificar la letra, porque el volverse a ilusionar confirmó sus motivos.

Una familia llega en una camioneta a cuya caja le puso asientos y un colchón, donde un bebé duerme ajeno al festejo. No se sabe bien cómo: afuera todo es volumen, energía desbordada que se ve pero sobre todo se oye.

Festejos en el Obelisco de Argentina Campeón del mundial de Qatar. Foto Rafael Mario Quinteros

Suena «Sabalero» y acá ya es carnaval. Es que la primavera casi veraniega le da un extra a los festejos. Hay tubos de espuma en manos de los más chicos, fernets «viajeros» de botella cortada, hielo por todos lados: en los vasos, en la calle, derritiéndose a un costado. Hasta dentro de los coches de subte, cayendo encima de otros pasajeros desprevenidos, porque no cabe un alma.

«Me costó llegar al Obelisco, pero valió la pena. Es una alegría inmensa y no pensé que iba a sentir esto. Y al ver toda la gente en la calle y los jugadores felices, me dieron ganas de compartirlo con más personas y llegar hasta acá», cuenta Miguel San Juan (31), de Ramos Mejía.

Rugen las motos, suenan los caños de escape, pero también hay familias enteras con nenes pequeños. Cada uno respeta al otro y su forma de festejar.

Cerca de las 17, no hay manera de avanzar hacia el centro en el subte. Por ejemplo, entrar en la estación Puán de la línea A de subtes fue casi imposible. Una vez que los pasajeros podían subir a un subte, la formación avanzaba a paso de hombre. El que dejaba pasar un subte debía esperar media hora para el próximo.

Los guardas y conductores también la tenían difícil. A los gritos pedían a la gente que despejaran las puertas. Una vez arriba, bajarse tampoco era sencillo. Como un día de semana en hora pico o incluso peor, hubo empujones y bebidas derramadas. Varios terminaron en el piso. Se vivieron momentos de tensión en Acoyte y en Primera Junta.

En la línea E se cortó el servicio debido a la gran cantidad de gente que intentaba llegar al centro. Las principales esquinas de las avenidas de los barrios de la Ciudad estaban cortadas.

«Nunca vimos tanta cantidad de gente. Es una locura. Lo teníamos merecidísimo como pueblo pero sobre todo se lo merecía el mejor del mundo, y por fin lo logró. Messi no podía retirarse sin la Copa del Mundo», dice Graciana Meyer (36), que vino con su hija de cuatro años y su marido, fan de Lio.

«Ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad. Vinimos todos a Doha para ser campeón mundial». El canto nunca estuvo tan correctamente sincronizado. Son las 17 y en el Obelisco el olor a cañitas voladoras -propio de las fiestas- se adelantó una semana.

Fuente:  https://www.clarin.com/